miércoles, 14 de marzo de 2018


Palabras sobre la violencia

Lo que no se nombra no existe. Esto, trasladado al género, implica que el hecho de que las mujeres no tengan una representación simbólica en la lengua contribuye a su invisibilización. De ahí la necesidad, a fin de lograr el objetivo de la igualdad entre sexos, de hacer un uso del lenguaje que represente a las mujeres y a los hombres y que nombre sus experiencias de forma equilibrada.
Un lenguaje no sexista es aquel que no oculta, no subordina, no infravalora, no excluye. En 1973, recién iniciada la segunda ola del feminismo, el artículo “Language and Woman’s Place” [“El lenguaje y el lugar de la mujer”] de la lingüista norteamericana Robin Lakoff aparecido en la revista Signs [1], planteó por primera vez una reflexión académica en torno a la relación de hombres y mujeres con el lenguaje y sus usos.
En ese momento, se abrieron dos líneas de investigación que, con sus variaciones y particularidades, podemos definir como el “enfoque de la diferencia” y el “enfoque de la dominación” (Eckert y McConnell-Ginet, 2003:1):
• El enfoque de la diferencia estudia los diferentes usos del lenguaje por parte de las mujeres y los hombres.
• El enfoque de la dominación entiende el lenguaje como un medio más para la opresión de las mujeres.

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